miércoles, 28 de noviembre de 2018

Esmorzar de forquilla

Decía Josep Pía que en Cataluña los desayunos son en general "escarransits", o sea, escasos, sobre todo en las poblaciones grandes. "Aquí se suele desayunar", apuntaba, "con una taza de café negro o con un tazón de café con leche y una tostada". El sabio del Empordá sabía muy bien, sin embargo, que esta frugal colación no es aplicable a algunos pueblos del interior, donde la vida se paladea sin tantos miramientos y donde todavía sobreviven algunas fondas en las que se lleva ese potente desayuno, abundante en platos y en calorías, conocido como esmorzar de forquilla. El nombre en este caso lo dice todo: vade retro tostadas, bocadillos y bollería selecta; en estos desayunos se hace imprescindible el uso del tenedor y, en algunos casos, también del cuchillo. Y para beber, por supuesto, nada de café con leche, sino que lo que se impone es uno de esos fuertes vinos de cooperativa, a poder ser en porrón. Me olvidaba: otro ingrediente imprescindible es el de disponer de bastante tiempo por delante, ya que estos desayunos no rezan con las prisas propias de las grandes ciudades, aunque en Barcelona todavía hay ciertos lugares, como el Pinotxo de la Boqueria, que consiguen saltarse la norma de la vida acelerada para aliarse con el tenedor a la hora del desayuno.
Con el objetivo de reivindicar los productos de la tierra catalana, se montó hace unos días en el restaurante Els Casáis, de Sagas (Berguedá), uno de estos pantagruélicos desayunos. Tenedor en mano, los comensales vieron cómo, en una fría mañana dominada por la niebla y por la escarcha, desfilaban por la mesa una ensalada con oreja de cerdo, un trínxat de la Cerdanya con setas, unos guisantes negros del Berguedá y una hermosa butifarra negra. Para que todo pasara mejor había, como mandan los cánones, unas buenas dosis de pan con tomate y un vino del Bages.
La verdad es que a más de un urbanita desplazado al evento le pareció excesivo tanto manjar a tan temprana hora, pero no es menos cierto que algunos payeses presentes opinaban que el ágape podría haberse redondeado con unas cuantas raciones de (Berguedá), uno de estos pantagruélicos desayunos. Tenedor en mano, los comensales vieron cómo, en una fría mañana dominada por la niebla y por la escarcha, desfilaban por la mesa una ensalada con oreja de cerdo, un trinxat de la Cerdanya con setas, unos guisantes negros del Berguedá y una hermosa butifarra negra. Para que todo pasara mejor había, como mandan los cánones, unas buenas dosis de pan con tomate y un vino del Bages.
La verdad es que a más de un urbanita desplazado al evento le pareció excesivo tanto manjar a tan temprana hora, pero no es menos cierto que algunos payeses presentes opinaban que el ágape podría haberse redondeado con unas cuantas raciones de "bacallá a la llauna", unos "peus de porc com Deu mana", unas "galtes", un surtido de embutidos y unos cuantos platos de caracoles. Todo sea por hacer país, en fin, aunque el colesterol y el sobrepeso seguro que saltan de alegría ante tamaño festín. Sea como sea, el consejero de Agricultura, Antoni Siurana, levantó su voz para reivindicar este tipo de desayunos como símbolo de la alianza necesaria entre cocineros de éxito y payeses. "La gente del campo", dijo Siurana, "tiene que aprovechar el tirón de los grandes cocineros para reivindicar la calidad de los productos de la tierra, que son, al fin y al cabo, la base de una buena cocina". Lanzada la idea, el cocinero tres estrellas Santi Santamaría se apuntó encantado a la alianza y, en un discurso entusiasta, llegó a decir que "si los diputados del Parlament hicieran un buen esmorzar de forquilla antes de las sesiones, estoy seguro de que habría unos debates mucho más animados". Nadie lo pone en duda, por supuesto, aunque quizá más de una señoría se vería tentada a echar una cabezadita tras el festín.

(El País)

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