= 8 yemas,
= 1 cáscara de limón,
= 1 trozo de canela en caña,
= azúcar.
= 1 trozo de canela en caña,
= azúcar.
PREPARACIÓN:
En un cazo o recipiente apropiado se ponen 125 gramos de azúcar, siete cucharadas de agua, la canela y el limón; se acerca al fuego y se deja hervir hasta lograr un almíbar a punto de hebra. Se pasan las yemas a un recipiente (tienen que ser muy frescas) y, cuando el almíbar está en su punto, se vierte sobre ellas, se remueve el preparado con cuchara de madera y se deja cuajar despacio, sin dejar de remover sobre el fuego.
Cuando la pasta se desprenda del cazo, se pasa a un plato y se deja enfriar; bien frío el preparado se reboza en azúcar, haciendo como un cordón grueso. Se corta el cordón en pequeñas porciones, se hacen unas bolitas pequeñas y se van colocando en cápsulas de papel rizado, quedando listas para servir.
Se puede decir que Ávila es una ciudad-convento donde se respira un aire teresiano en todas las esquinas.
La confitería La Flor de Castilla y su fundador, Isabelo Sánchez, comenzaron a preparar estas famosas yemas hace siglo y medio.
También se deben citar las yemas del canónigo, de Burgos, de gran calidad, que tienen cierto parecido con las de Santa Teresa; o las llamadas capuchinas, que son algo distintas a la mayoría de las yemas que se hacen en España.
La cocina de los Conventos
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